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TRANSCENDENCIA DE LA CIRCUNCISIÓN DEL CORAZÓN, Thamo Naidoo





La Circuncisión: Sello de Bendiciones 

El sello de la circuncisión sobre Abraham afirmaba la 
aprobación divina de una vida sin culpa, vivida delante de 
Dios. Era también la seguridad del otorgamiento de las 
bendiciones sobre todas las generaciones futuras que 
seguirían su ejemplo modelo. La vida justa era un 
requisito, permitiendo el derecho de entrada a los 
privilegios divinos. Cualquier cosa contraria, invalidaba 
este derecho de privilegio. En la Epístola a los Romanos, 
la prominencia es colocada en la vida justa en vez de en 
meramente llevar una marca en el cuerpo de alguien 115. 
Abraham ganó la reputación de ser justo mucho antes 
de ser circuncidado. Al hacerlo así, él envió un claro 
mensaje de que la vida cautelosa y justa es el sello de  
una vida circuncidada a la vista de Dios. ¿Es, pues, esta bienaventuranza solamente para los de 
la circuncisión o también para los de la incircuncisión? 
Porque decimos que a Abraham le fue contada la fe por 
justicia. ¿Cómo, pues, le fue contada? ¿Estando en la 
circuncisión, o en la incircuncisión? No en la circuncisión, 
sino en la incircuncisión. Y recibió la circuncisión como 
señal, como sello de la justicia de la fe que tuvo cuando 
aún no había sido circuncidado, para que fuera padre de 
todos los creyentes no circuncidados, a fin de que 
también a ellos la fe les sea contada por justicia; y padre 
de la circuncisión, para los que no solamente son de la 
circuncisión, sino que también siguen las pisadas de la fe 
que tuvo nuestro padre Abraham antes de ser 
circuncidado”. (Romanos 4:9-12) 

Es notable que sólo después de que Abraham se hubo 
circuncidado a sí mismo (a la edad de noventa y nueve 
años) y a toda la parte masculina de su casa, él 
recibió las noticias angélicas del inminente nacimiento 
de Isaac, el hijo de la promesa 116. Un período de 
veinticuatro años ya habían transcurrido desde que 
Abraham había dejado Ur de los Caldeos, en búsqueda 
de la promesa dada a él por Dios 117. Aún sólo después 
que él circuncidó a su casa fue que recibió el cambio de 
nombre de Abram a Abraham. A partir de esto, puede 
ser deducido que el rito de la circuncisión fue un factor 
importante en la activación de la promesa de Dios. Es 
este hecho que provoca la pregunta: ¿Puede ser que 
sólo después que reflejemos públicamente una vida 
totalmente rendida a Dios, la cual lleva la marca de la 
posesión divina, que veremos la plena activación de la 
promesa(s) sobre nuestras vidas? 

A través del Antiguo Testamento, el rito de la 
circuncisión jugó un rol clave en la vida del pueblo 
hebreo. Ellos no podían avanzar dentro de los 
propósitos de Dios sin mantener los requerimientos del 
pacto. Parecería que el rito de la circuncisión (y su 
aplicación espiritual) es un principio fundamental, el cual 
determinaba si alguien podía acceder al favor divino y al 
cumplimiento del mandato divino. Como hemos 
notado, el rito de la circuncisión precedió a la verdadera 
conquista de la Tierra. Josué fue instruido por Dios para 
circuncidar a la nación en Gilgal antes de llevarlos a una 
conquista militar de la Tierra. 

Aún Moisés no estuvo eximido de imponer el rito de la 
circuncisión sobre su familia. Aconteció que, en el camino, Yahweh le salió al 
encuentro en una posada y quiso matarlo. Entonces 
Séfora tomó un pedernal afilado, cortó el prepucio de su 
hijo y lo echó a los pies de Moisés, diciendo: “A la verdad, 
tú eres mi esposo de sangre. Luego Yahweh lo dejó ir. Ella 
había dicho: «Esposo de sangre», a causa de la 
circuncisión”. (Éxodo 4:24-26) 

Moisés había recibido sobrenaturalmente un claro 
mandato de parte de Dios en el monte Horeb, de 
regresar a Egipto y liberar al pueblo hebreo de la 
esclavitud. Mientras él y su familia viajaban a Egipto, 
Dios se encontró con Moisés e “intentó matarlo”. 
Séfora, la esposa de Moisés, intervino circuncidando a su 
hijo, en respuesta al temible encuentro que su esposo 
había tenido con Dios. Su intervención detuvo la ira de 
Dios y salvó a su esposo de muerte segura. Este fue un 
acto sangriento que transmite una profunda lección 
espiritual: No se puede responder legítimamente y 
cumplir el mandato divino de una nueva estación-edad sin 
asegurar que “su casa” haya observado y cumplido los 
requerimientos del rito de la circuncisión. Un llamado 
divino sobre la vida de alguien, no importa cuán 
sobrenatural sea el encuentro, no puede ser activado de 
forma plena a menos que ese individuo (y todos los 
asociados con el mandato del individuo) lleve el sello de 
la circuncisión. 

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