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"NO DEJANDO DE CONGREGARNOS" ... ¿EN QUIÉN?, Por Michael Clark-En la Escuela del Espíritu


Artículo tomado del blog: EN LA ESCUELA DEL ESPÍRITU 

(http://enlaescueladedios.blogspot.com.es/2017/03/lo-que-significa-congregarse-en-cristo.html?m=0)



LO QUE SIGNIFICA CONGREGARSE EN CRISTO 

Por Michael Clark

Deseo compartirles este tremendo libro de mi amigo Michael Clark. 

En estos días he estado reflexionando acerca de este tema, al ver tantos hermanos en Cristo, un poco confundidos al respecto. 

Lamentablemente, hemos hecho ídolos de nuestras congregaciones y pastores, nos cuesta creer que la Iglesia del Señor NO es un edificio, ni son ladrillos cuadriculados y formados por las doctrinas de los hombres; no somos ladrillos unidos por el cemento de las tradiciones. La Iglesia de Cristo es un ORGANISMO VIVO. Somos piedras moldeadas en la cantera del Señor para formar Su templo. Nos congregamos en Cristo, no en torno a nadie ni a nada más.

Es muy difícil entender que su Ekklesia puede reunirse en un parque o en una cafetería o en cualquier otro lugar, porque donde dos o tres estuvieren en Su nombre, allí esta Él. Su Iglesia no tiene muros (Zacarías 2:4). Muchos salen fuera del campamento y se sienten culpables porque han entendido este principio con su mente carnal; interpretamos lo que significa congregarnos en el Señor según nuestra carne

El misterio de Cristo es mucho más profundo, creemos que por ir domingo a domingo a un lugar ya somos santos. Esto va mas allá de nuestro entendimiento carnal.  Solo aquel que ha sido realmente quebrantado en su alma, en su carne, podrá discernir lo que significa realmente el Cuerpo de Cristo y la congregación de los hijos de Dios. Sino, aún habiendo salido, la próxima reunión será una reunión más, en algún lugar, y seguiremos siendo manipulados, sintiéndonos pecadores y culpables por no hacer parte de la membresía de determinada congregación de hombres.  

El Cuerpo de Cristo es VIDA, no un principio más, no es un método más. Cuando la vieja creación muere por completo, podremos expresar la vida del cuerpo y entenderemos realmente lo que significa congregarnos en Cristo; así que, los invito a leer este corto escrito, pero maravilloso, y los invito a que si hemos salido fuera del campamento,  no hagamos otros campamentos fuera de él

Les dejo un extracto del libro y el link para que lo puedan leer completo.

La Vasta Transición al Nuevo Pacto

LO QUE SIGNIFICA CONGREGARSE EN CRISTO
Por George Davis y Michael Clark


No Dejando de Congregarnos – Un Camino Nuevo y Vivo

Primero nos queremos dirigir a un juicio común hecho por aquellos dentro del Cristianismo Denominacional, contra aquellos que han salido de entre sus paredes, buscando una verdadera manifestación del Cuerpo de Cristo. George Barna correctamente escribió de estos revolucionarios en su nuevo libro La Revolución.

“A ellos no les sirven las iglesias que juegan juegos religiosos, ya sea que esos juegos sean servicios de adoración que zumban sin la presencia de Dios, o programas ministeriales que no tienen frutos espirituales. Los Revolucionarios evitan ministerios que comprometen o suavizan nuestra naturaleza pecaminosa para expandir terrenos organizacionales. Ellos rehúsan seguir a personas en ministerios de posiciones de liderazgo, quienes proyectan una visión personal en vez de una visión de Dios, o que buscan popularidad en vez de la proclamación de la verdad en sus declaraciones públicas, o que están más preocupados acerca de su propio legado en vez del legado de Jesucristo. Ellos rehúsan donar un dólar más a los monumentos hechos por los hombres que marcan sus propios logros y garantizan sus lugares en la historia. No se impresionan por títulos y lugares con nombres en las universidades y seminarios cristianos que hacen a la gente joven incapaz de defender la Biblia o indispuestos a dedicar sus vidas a servir a otros. Y los Revolucionarios se avergüenzan del lenguaje que promete a los cristianos amor y santidad, pero que resulta ser solo forma sin sustancia”.

Como prueba de su crítica a todos los que no se congregan en sus edificios, en la forma que ellos lo hacen cada domingo, aquellos dentro de la Cristiandad citan el siguiente pasaje: “… no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre…” ¿No debemos congregarnos como cristianos? ¡Ciertamente! Este deseo de congregarnos todos juntos está profundamente enraizado en el corazón de los creyentes, pero como lo indica la condición que gobierna la reunión de los cristianos, debemos prestar mucha atención a estas palabras de Jesús: “Nadie pone remiendo de paño nuevo en vestido viejo; porque tal remiendo tira del vestido, y se hace peor la rotura. Ni echan vino nuevo en odres viejos; de otra manera los odres se rompen, y el vino se derrama, y los odres se pierden; pero echan el vino nuevo en odres nuevos, y lo uno y lo otro se conservan juntamente” (Mat. 9:16-17).

Gran daño se hace cuando los hijos de Dios intentan guardar, remendar, y usar las formas del viejo sistema religioso. ¡Este viejo odre no puede contener o sostener el vino nuevo! Estamos diciendo lo obvio cuando decimos que es muy posible que nuestras “reuniones cristianas” hagan más mal que bien. Considerando los eventos en el pasado reciente, y los miles de casos de abusos en la Iglesia, pocos podrán negar esto. Algunas de las cosas más carnales han sido hechas en el nombre de Cristo, por hombres que amasaron grandes congregaciones para ellos mismos. La propia naturaleza de la carnalidad es un espíritu parcialista para el cual todo es congregarse. Pablo escribió a los Corintios carnales: “Porque he sido informado acerca de vosotros, hermanos míos, por los de Cloé, que hay entre vosotros contiendas. Quiero decir, que cada uno de vosotros dice: Yo soy de Pablo; y yo de Apolos; y yo de Cefas; y yo de Cristo. ¿Acaso está dividido Cristo? ¿Fue crucificado Pablo por vosotros? ¿O fuisteis bautizados en el nombre de Pablo? Doy gracias a Dios de que a ninguno de vosotros he bautizado, sino a Crispo y a Gayo, para que ninguno diga que fuisteis bautizados en mi nombre” (1 Cor. 1:11-15). ¿No es de esto de lo que se trata una denominación, un grupo congregado alrededor de un líder dominante (o líderes), diciéndoles que él es su líder? Más adelante en esta epístola Pablo dio su opinión sobre este congregarse: “Pero al anunciaros esto que sigue, no os alabo; porque no os congregáis para lo mejor, sino para lo peor (1 Co. 11:17).

Trescientas personas juntas congregándose en un edificio no constituyen más iglesia que once hombres muertos juntos siendo un equipo ganador de fútbol. La verdadera ekklesia es “la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo” (Ef. 1:23). ¡Es congregarse solo en El! El viejo odre no puede contener esta clase de plenitud. Todo depende de la naturaleza del congregarse. Cualquier grupo que se llame a sí mismo “cristiano” que no se congrega alrededor de Cristo, del propósito de Dios en Cristo a través del Espíritu, no puede reclamar verdaderamente que se congregan juntos. ¡Más bien esto es desorden y desparrame!

Me vienen a la mente las palabras de un viejo himno carismático: “…Nos congregamos todos ante Él. A él se congregarán los pueblos. Nos congregamos todos ante Él”. Jesús hablo de esta condición muy importante cuando dijo a Sus discípulos: “Donde dos o tres se congreguen en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”. Todas las reuniones que no están de acuerdo con el nombre de Cristo, de su carácter propio y posición, abrazando la plena implicación de Su obra consumada, no se están congregando ante El y debido a esto no es para lo mejor de Su Reino.

¿Entonces qué es el congregarse al que se refiere el autor de Hebreos en dicho pasaje? La respuesta es obvia mientras vemos el contexto del pasaje. El error bíblico es a menudo el resultado de tomar las Escrituras fuera de contexto y no ver todo el sentir de Dios. Esta no es la excepción. La exhortación a los cristianos hebreos solo puede ser entendida en el gran ámbito y visión de esta epístola.

Para recibir el impacto completo de lo que significa congregarse, debemos volver al comienzo del capítulo nueve y seguir el pensamiento desarrollado por el escritor. La lógica va así. El primer pacto tenía ordenanzas de culto y un santuario terrenal (v.1), Porque el tabernáculo estaba dispuesto así: en la primera parte, llamada el Lugar Santo, estaban el candelabro, la mesa y los panes de la proposición. Tras el segundo velo estaba la parte del tabernáculo llamada el Lugar Santísimo, que tenía un incensario de oro y el arca del pacto cubierto de oro por todas partes, en la que estaba una urna de oro que contenía el maná, la vara de Aarón que reverdeció, y las tablas del pacto; y sobre ella los querubines de gloria que cubrían el propiciatorio; en la primera parte del tabernáculo entran los sacerdotes continuamente para cumplir los oficios del culto; pero en la segunda parte, sólo el sumo sacerdote una vez al año, no sin sangre, la cual ofrece por sí mismo y por los pecados de ignorancia del pueblo

En el versículo ocho el autor presenta una gran verdad transicional y el propósito de todo lo que había escrito hasta ese entonces. “Dando el Espíritu Santo a entender con esto que aún no se había manifestado el camino al Lugar Santísimo, entre tanto que la primera parte del tabernáculo estuviese en pie, lo cual es símbolo para el tiempo presente …” ¿Por qué el camino al Lugar Santísimo aun no estaba abierto para todos? El primer tabernáculo aun estaba en pie. Esto nos lleva a la verdadera pasión de Cristo y a Su obra. “…y diciendo luego: He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad; quita lo primero, para establecer esto último (Heb. 10:9).

El primer tabernáculo consistía sólo de comidas y bebidas, de diversas abluciones, y ordenanzas acerca de la carne, impuestas hasta el tiempo de reformar las cosas. Y continúa más adelante en este capítulo con este pensamiento:

“Fue, pues, necesario que las figuras de las cosas celestiales fuesen purificadas así; pero las cosas celestiales mismas, con mejores sacrificios que estos. Porque no entró Cristo en el santuario hecho de mano, figura del verdadero, sino en el cielo mismo para presentarse ahora por nosotros ante Dios…” (Heb. 9:23-24)

Cristo se convirtió en nuestro Sumo Sacerdote de los bienes venideros, por el más amplio y más perfecto tabernáculo, no hecho de manos, es decir, no de esta creación (Heb. 9:11). Por medio de su propia sangre entró una vez y para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna salvación para nosotros. Pablo no fue crucificado por usted, tampoco lo fue Pedro, Jerónimo, Agustín, Lutero, Calvino, o el Pastor Maravilla. El perfecto sacrificio de Cristo es lo que lo hace a Él, y solo a Él, el Mediador de un Nuevo Pacto. Si nuestra sangre fuese eficiente para la limpieza de pecados, entonces nosotros también pudiéramos haber sido mediadores. Pero no, se nos requiere venir ante el Padre solamente por los méritos de la sangre de Cristo. “Porque no entró Cristo en el santuario hecho de mano, figura del verdadero, sino en el cielo mismo para presentarse ahora por nosotros ante Dios” (Ver Heb. 9:1-24). ¿Qué podemos decir si rechazamos una salvación tan grande?

¡El tiempo de la reforma ha llegado! Dios ha derribado el velo y nos ha abierto el camino y nos ha extendido una invitación a todos a “entrar al Lugar Santísimo”. Considerando estas grandes verdades transicionales, leamos de nuevo nuestro texto acerca del congregarnos:

"Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne, y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios, acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura. Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió. Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca”. (Heb. 10:19-25)

Aquí leemos que Jesús consagró para nosotros un “camino nuevo y vivo”. El viejo tipo es quitado en la perfección de Cristo. Con todo, el hombre elige inclinarse ante el residuo de eso. Encontramos un ejemplo perfecto de esto en el Israel de nuestros días. Treinta y cinco años después de la muerte de Jesús, los romanos invadieron Israel por la fuerza, destruyeron Jerusalén y arrasaron el viejo Templo. Hasta este día, solo una pared del perímetro externo del Templo de Herodes (no la pared misma del templo) puede ser vista: “el muro de las lamentaciones”. Es impresionante la clase de devoción que se demuestra a esta reliquia. La gente se para ante eso e inclina sus cabezas y meten oraciones escritas entre sus grietas, ¡y eso que Dios se ha mudado a otro templo!

Justo antes de morir Cristo, sus discípulos señalaban a esta gran estructura del asesino (Herodes) que los judíos habían convertido en una cueva de ladrones y Jesús dijo: “Destruid este templo, y en tres días lo edificaré”. ¿Qué templo levantó Jesús? Si, Él resucitó, ¿pero instruyó Él a los discípulos a empezar desde ese día con picos y palas, mezcla y paleta, a empezar a construir otro templo físico y material como cuartel general de esta nueva religión denominacional? ¡No! El resucitó de los muertos y consagró un nuevo lugar de reunión para todos los creyentes en el Lugar Santísimo en los Cielos. Quitó lo primero para establecer lo segundo. El nos invita a congregarnos con Él más allá del velo, en el santuario celestial y dejar que nuestros cuerpos sean la extensión de Su templo aquí en la Tierra. Solo como parte de este organismo vivo y colectivo, sujeto a la Cabeza, podemos considerarnos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras, y sólo así nos podemos congregar apropiadamente. Este es el lugar de reunión para los auténticos miembros de Su Cuerpo.

¿Qué tiene de nuevo y vivo para la gente congregarse en santuarios terrenales, todos mirando a la plataforma del orador en total pasividad hasta que el líder que domina mira hacia abajo desde su púlpito y los dirige a moverse, orar, cantar o pagar? ¿Es esto lo que Jesús consagró para que nosotros caminemos en eso? ¿Qué es nuevo y vivo acerca de iglesias con estructuras terrenales con sacerdotes y pastores que presiden? Aun los paganos tienen sus templos bajo este modelo. ¿Es esto por lo que Jesús murió; para poner un remiendo sobre una vieja y gastada vestimenta religiosa? ¿Hemos de entrar a través del velo de Su sangre desgarrada para que podamos sentarnos pasivamente en un banco por setenta años y después morir? ¿Es esto lo que significa congregarnos en un camino nuevo y vivo? ¿Se leerán nuestros epitafios en el cementerio de la iglesia: “Aquí yace José. El fue fiel en congregarse en el Viejo Pacto por setenta años y su pastor estuvo orgulloso de él”?

Si no es nuevo ni vivo no es una reunión del Nuevo Pacto, sin importar cuanta gente se reúna bajo un techo. La epístola a los Hebreos es una advertencia y una exhortación. Su autor repetidamente advierte que aquellos que se apartan de este camino celestial para volver a las viejas tradiciones religiosas, se arriesgan a no entrar en la plenitud de las intenciones de Dios. La pregunta es, ¿tenemos oídos para oír esta advertencia?

Es claro en esta epístola que los primeros creyentes judíos se dividían en dos grupos. Algunos desecharon congregarse en este nuevo y celestial camino y se volvieron a las formas humanas del viejo orden religioso desechando congregarse con Su cuerpo vivo, así como los incrédulos judíos en Cades Barnea entristecieron a Dios y no prosiguieron para heredar la tierra de la promesa.

T. Austin Sparks, escribiendo sobre el libro de los Hebreos, explica:

“Bien, todo esto constituyó esta crisis de si ellos iban a elegir esto o aquello, lo uno o lo otro. Ir de vuelta a algo terrenal después de lo celestial, a algo tangible después de algo espiritual, a algo temporal después de algo eternal, a algo visible después de lo invisible. Y pienso que es bastante evidente, a través de esta carta mientras usted la lee, que había una división entre estos creyentes. Ellos estaban divididos en dos grupos. Este es el punto de la exhortación “no dejando de congregarnos como muchos tienen por costumbre”. Algunos decían, “No vamos a seguir más con esto” y ellos estaban teniendo sus propias reuniones y su propio círculo y no prosiguiendo en el verdadero camino. Estaba fraguándose una división; dos grupos. Estaban aquellos que habían visto el llamado y la visión celestial e iban en pos de eso; y estaban aquellos que, si lo vieron, se estaban yendo a la deriva poco a poco. ¡Y que vigorosa palabra es esa! Originalmente tiene un significado náutico como usted sabe. Es la figura de un barco tratando de atar sus amarras en medio de la corriente y de repente pierde las amarras y así se va a la deriva hacia las rocas. Si vemos esto y lo perdemos, nosotros también iremos a la deriva, y así como Israel en Cades Barnea naufragó, nosotros también naufragaremos. Es una advertencia, una exhortación”.

Aquellos que desechan el camino nuevo y vivo y se vuelven a las formas religiosas muertas, están renunciando a la congregación de los primogénitosAquellos que rehúsan seguir adelante en este camino celestial y vuelven a sentarse mudos en un banco, son los que están desechando el congregarse apropiadamente. El autor de Hebreos más adelante nos dice de nuestro llamado y reunirnos celestial, que no debe ser desechado.

“Porque no os habéis acercado al monte que se podía palpar, y que ardía en fuego, a la oscuridad, a las tinieblas y a la tempestad, al sonido de la trompeta, y a la voz que hablaba, la cual los que la oyeron rogaron que no se les hablase más, porque no podían soportar lo que se ordenaba: Si aun una bestia tocare el monte, será apedreada, o pasada con dardo; y tan terrible era lo que se veía, que Moisés dijo: Estoy espantado y temblando; sino que os habéis acercado al monte de Sión (cuando es con acento se refiere al monte Hermón, tipo de la Jerusalén celestial), a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial, a la compañía de muchos millares de ángeles, a la congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos, a Dios el Juez de todos, a los espíritus de los justos hechos perfectosa Jesús el Mediador del nuevo pacto, y a la sangre rociada que habla mejor que la de Abel. Mirad que no desechéis al que habla. Porque si no escaparon aquellos que desecharon al que los amonestaba en la tierra, mucho menos nosotros, si desecháremos al que amonesta desde los cielos. La voz del cual conmovió entonces la tierra, pero ahora ha prometido, diciendo: Aún una vez, y conmoveré no solamente la tierra, sino también el cielo. Y esta frase: Aún una vez, indica la remoción de las cosas movibles, como cosas hechas, para que queden las inconmovibles. Así que, recibiendo nosotros un reino inconmovible, tengamos gratitud, y mediante ella sirvamos a Dios agradándole con temor y reverencia.” (Heb. 12:18-28)

¿Desecharemos esta congregación, la congregación de los primogénitos con los espíritus de los justos hechos perfectos? Dios tiene estándares mucho más elevados que los de los hombres religiosos. ¿Abrazaremos el camino nuevo y vivo? ¿Dejaremos que Dios conmueva nuestras vidas hasta que todo lo que quede sea ese reino que no puede ser conmovido? ¿Nos acercaremos a la Jerusalén celestial, a la congregación de los primogénitos, o nos volveremos a las sombras de los tabernáculos terrenales y ordenanzas carnales con hombres carnales? ¿Aceptaremos esta vasta transición del Viejo al Nuevo Pacto o continuaremos reconstruyendo viejos templos y bloqueando con nuestras tradiciones muertas el camino al Lugar Santísimo? ¿Seremos culpables de la misma cosa de la que Jesús acusó a los fariseos? “…porque cerráis el reino de los cielos delante de los hombres; pues ni entráis vosotros, ni dejáis entrar a los que están entrando” (Mat. 23:13)

Nuestras reuniones no pueden ser celestiales hasta que primeramente nos sentemos juntos en lugares celestiales en Cristo Jesús. Todos los que primeramente no se congregan en ese santuario celestial que Dios hizo y no el hombre, alrededor de Dios el Juez y Jesús el mediador de un Nuevo Pacto, serán conmovidos y esparcidos por Dios. Dios deseó que Su Reino estuviera en la Tierra así como está en el Cielo (o exactamente igual) (Mat. 6:10); que todas las cosas en la Tierra fueran conforme al patrón en los Cielos. Así como hizo con el templo de Herodes, Él no va a permitir nada sino el patrón celestial para continuar en Su Nombre. El resiste y esparce todo lo demás para preservar la integridad de Su obra en la individualidad de sus hijos, no sea que ellos vengan a una unidad terrenal en su naturaleza y preferencia, habiendo perdido totalmente de vista Su propósito eterno.

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